La naturaleza y grandes maestros
Siempre he sentido que la naturaleza es el mejor taller de arte. Salir a caminar, observar cómo el cielo cambia de color o cómo las hojas tiemblan con el viento me conecta directamente con los grandes acuarelistas del siglo XIX, quienes encontraron en la tierra, el agua y la atmósfera su fuente inagotable de inspiración.
Detalle de ¨trigales y tormenta¨ by Claudia Iza
Uno de los primeros que me hizo ver esto fue J.M.W. Turner. Sus tormentas marinas y paisajes brumosos me enseñaron que con acuarela se puede captar no solo una imagen, sino también el alma de un lugar: la fuerza del viento, la luz que cambia segundo a segundo, el agua en su eterno movimiento.
John Constable, en cambio, retrataba la calma del campo inglés. Sus cielos vastos, árboles robustos y ríos serenos nos recuerdan que la belleza está en lo cotidiano, en lo que crece sin prisa y en silencio.
Luego descubrí a Richard Parkes Bonington, y su forma de traducir la luz de la costa francesa con toques delicados de color me inspiró a buscar esa misma frescura cuando pinto o diseño. Sus obras tienen ese equilibrio entre control y libertad, tan propio de la acuarela.
Desde América, Winslow Homer capturó la fuerza salvaje de la naturaleza: mares embravecidos, costas escarpadas, momentos de quietud entre las tormentas. Sus acuarelas me recuerdan que la naturaleza no solo es bella, también es poderosa.
Y finalmente está Eugène Delacroix, quien viajando por el norte de África plasmó paisajes luminosos y exóticos que hablan de descubrimiento, de color y de movimiento.
Hoy, cuando trabajo en mi propio arte —ya sea sobre papel, en diseño textil o en ilustraciones digitales—, siento que sigo en diálogo con ellos. Sus acuarelas me enseñaron a observar con más atención, a valorar los silencios del paisaje y a respetar la espontaneidad del pincel.
Por eso, esta acuarela que hoy comparto nace de esa inspiración: de la luz que cambia, del azul de los cielos, del legado de esos artistas que encontraron en la naturaleza una voz inagotable.
Cada pieza es una pequeña ventana a ese mundo donde el arte y la tierra se tocan.